jueves, 13 de diciembre de 2007

La reunión del rebaño

La reunión del rebaño fue fácil, pero larga. Os cuento de qué forma fuimos encontrándonos:

El Yánguel llegó a Almería a la hora de desayunar. De desayunar un tubo de cerveza, claro. El tío salió de Jaén cuando todavía faltaba un rato para amanecer y llegó a Almería el primero. Como os contaba en el relato anterior, el Yánguel se propuso gastar más en teléfono ese día que en el resto del año así que desde que llegó allí nos llamó unas diez veces. Nos iba contando sus peripecias en su soledad mañanera, con su desparpajo característico. Así que, como él llegó el primero al hotel, nos indicó de forma fácil como localizarlo. Y vaya que si era fácil. En cuanto dabas con la calle para girar a la derecha, veías una fachada con un letrero gigante con el nombre del hotel. Más fácil imposible.

Instantes después, nos acercamos al hotel para coger las habitaciones y dejar los coches, y esperar allí a los que faltaban. Ahí comprobamos que ya había llegado el coche de Pablete, con el susodicho más Natalio y Pacoga.

Cogimos las habitaciones e hicimos un reparto de las mismas un poco a norre. Fuimos subiendo y nos fuimos colocando cada uno donde pilló.

A continuación y con la dilación que os podréis imaginar, nos fuimos de cañas. Para el que no haya conseguido imaginarlo o ni siquiera lo haya intentado, le diré que la dilación fue: ninguna. Salimos detrás del guía que conocía Almería mejor de lo que cabría sospechar. Sus experiencias pasadas en la ciudad junto con mis ojos clavados en el mapa hacían imposible fallar. Así, y a la espera de que se nos uniera el resto de la expedición, que todavía iba de camino, nos metimos en el primer bar que vimos. Íbamos camino de una zona que tenía muchos bares, pero no supimos esperar e hicimos aquello tan conocido de tomar una caña de camino. Ahí tomamos un par y pusimos el primer bote, que fue recogido por el botista en funciones, a la espera de la llegada de Nacho. Pacoga recopiló los siete nachetes, pagamos las dos cañas y nos fuimos. Las tapas del sitio no estaban mal: unos platitos pequeños con carne en una salsa. Para empezar, está bien.

Durante todo este periodo de tiempo, los que faltan iban de camino. A saber: Damián, Paco Sánchez y Nico ocupaban el coche del primero, quien tuvo la indecencia de asarse como un piojo la víspera y salieron más tarde por culpa de su resaca. En fin. El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. :-D

Y en el tren venía el que demostró tener más cojones que el caballo del Espartero: Nachete. El tío llevaba unas cinco horas metido en un tren y todavía le quedaban otras dos. Y el domingo tenía que volver, no os penséis que no.

Estos cuatro caballeretes aparecieron un rato después por el bar al que nos dirigimos tras salir del bar de la caña de camino. El ... ¡¡CASA PUGA!!

¡Hasta la próxima!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pero bueno!!! Estoy yo mirando el blog todos los días y no lo actualizas!!! Espero con ansia que gloses nuestro viaje por las agrestes latitudes del sur, cual argonautas en busca del vellocino de oro!!! Si no veo una pronta respuesta, tendré que exigir un desagravio. He dicho.