jueves, 27 de diciembre de 2007

Momento Kennedy

Salimos de aquella marisquería devastada de comida por lo intempestivo de la hora (pasaban las cuatro de la tarde) buscando un bar llamado Volley Balón. El de las jugadoras. Algunos ya fantaseaban con la posibilidad de que alguna de ellas, por apurar hasta el último minuto en el bar, estuviera ataviada con el traje de jugadora presta para un partido inminente. Así, fuimos preguntando por la calle. Y, o yo no entendí muy bien al camarero que me explicó el camino o éste se explicó como el culo: las indicaciones actualizadas que recibíamos por el camino contradecían por completo mis ideas preconcebidas. Callejeando, llegamos a una avenida importante en la que había que recorrer unos cien metros para encontrar finalmente el garito buscado. Allí, pudimos leer con claridad el letrero de la puerta:

MOLLY MALONE


O yo estaba borracho por los oídos o el camarero guía era un gangoso. Y, por supuesto, nada de voleiboleras ni de pantalones cortitos. En fin, que desilusión, tendremos que echarnos un cubata, pensamos. ¿Veis? Nosotros nunca salimos predispuestos a beber ni nada de eso, pero las vicisitudes que encontramos por el camino nos obligan.

El MOLLY MALONE era algo así como un bar del oeste. Una camarera con botas, espuelas y cartucheras (de las que se ponen, no de las que salen solas) nos preguntó: "¿qué queréis tomar, forajidos?". Música del oeste. La bola esa de rastrojos botando por la calle sin rumbo fijo, siguiendo la dirección del viento. Tiroteos y peleas. Nosotros pedimos lo que queríamos tomar. Todos un café excepto yo, que quería una cerveza (es que tenía sed...) y creo que el Yánguel se pidió algo de más contenido alcohólico. Algo con Vodka, creo. Al parecer, la casa de los líos se apoderó de nuestro rinconcito porque acto seguido la camarera apareció con un pacharán que supuestamente era para mí. Creo que sacó la conclusión de una conversación que escuchó:

Alguien: Juan Antonio, ¿no te vas a tomar un Pacharán?
Juan Antonio: ¿Un Pacharán?

Supongo que nunca se ha oído la palabra Pacharán dos veces en la misma conversación, tan seguidas y tan cerca de una barra sin que haya sido para pedir uno, así que ella misma decidió que yo lo quería. Y claro, como la muchacha estaba de buen ver, los que estaban a mi alrededor se pusieron de su parte y dijeron que sí, que yo había pedido un Pacharán (si alguien tiene otra versión de lo sucedido que la cuente, que para eso están los comentarios). Menos mal que el Yánguel se puso de mi parte y dijo, con su peculiar timbre: Tranquiiiiilos, chiiiicos, ya lo apadrino yoooo. Y se adjudicó el Pacharán junto con el refresco alcohólico que ya llevaba por la mitad.

Paralelamente, otra camarera vino a preguntar si faltaba algo. Como mi cerveza todavía no había sido servida, el Yánguel dijo que sí, que faltaba una caña. Segundos después aparecían las dos camareras, cada una con una caña en la mano. Ambas vestidas de negro, ambas rubias... parecía que hubiera un espejo en medio. Y, ¿qué pensáis que ocurrió?:

a) La camarera que había interpretado incorrectamente la falta de la cerveza dijo que no pasaba nada y se la llevó para tirarla.
b) La camarera que había interpretado incorrectamente la falta de la cerveza dijo "pues ahora te la bebes, y ya está".

La opción a habría resultado ganadora en la mayoría de los bares... pero NUNCA EN EL MOLLY MALONE.

¿Entendéis ahora por qué decía lo de la casa de los líos?

El siguiente episodio del lugar ocurrió unos minutos después: acabada mi cerveza y en el transcurso de una animada tertulia sobre videojuegos de fútbol con Nachete y Paco Sánchez, mi galilló se secó y decidí pedir el primer cubata de la tarde. Ese al que todavía sacas sabor a ron. Pues cuando me acerqué a la camarera y se lo pedí, ¿qué pensáis que ocurrió?:

a) La camarera me dijo que ahora mismo me traía el Brugal con limón.
b) La camarera frunció el ceño y me dijo que antes preguntara a mis amigos si alguno quería algo más para no tener que estar echando viajes sin parar.

La opción a habría resultado ganadora en la mayoría de los bares... pero NUNCA EN EL MOLLY MALONE.

En fin. Supongo que imaginaréis que duramos poco allí. Aunque poco en estas circunstancias no son diez minutos ni veinte ya que, con la inercia de los cubatas, que siempre que te lo estás acabando hay alguien que se lo acaba de pedir, pasó casi una hora. El caso es que nos fuimos un poco indignados. Al menos, los que nos enteramos de los continuos desplantes de las camareras: otros permanecían al margen, flotando en su mundo particular.

Siguientes etapas del viaje: los chupitos calentitos, las almerienses sesentonas que se hacen pasar por niñas de dieciséis... y el resto de la velada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que has sido bastante exacto en el relato, pero te ha faltado documentarte un poquito:

Pincha aquí

Feliz año nuevo a todos