sábado, 13 de septiembre de 2008

La UNED

¿Sabéis todos cómo se creó la UNED? ¿Sí? No me lo creo. Bueno, vale, tú lo sabes, pero todos no, porque el que está detrás de ti ha puesto cara de no saberlo, así que no digas que todos lo sabéis. Pues eso. Sí. Sí, os lo voy a contar. Me da igual, si no quieres oírlo ahí tienes la puerta. Adiós. Ni falta que hace...

Bueno, disculpad, pero es que no me gusta que haya gente aquí que boicotee mis discursos. Hoy os voy a contar cómo se constituyó la UNED. Es un simpático episodio de la historia de nuestro país, que estoy seguro que os gustará conocer:

Todo comenzó hace unos 90 años (o más), cuando dos amigos de un pueblecito de Teruel charlaban distendidamente tomando una caña en el bar de Aurelio:

-- ¿Cómo lo llevas Amancio?
-- Pues ya ves. Aquí estamos.
-- Te noto cansao...
-- Sí, es que esta semana ha sido agitada.
-- ¡Ah! Por el proyecto ese que me contaste, lo de la uniservidad esa, ¿no?
-- No, burro, uniservidad no, es Universidad.
-- Pues eso, lo que yo he dicho. ¿Y en qué consiste eso? Porque me lo contaste pero creo que no te hice mucho caso.
-- Ya, ¡si es que nunca me escuchas, Salvador! La Universidad es algo nuevo, algo diferente de cualquier cosa que conozcas. Un edificio lleno de habitaciones con mesas, pizarras, sillas. Fotocopiadoras, ordenadores... Un lugar al que los jóvenes llegarán bien temprano todas las mañanas y se irán a un sitio llamado La Cafetería de la Universidad. Allí podrán pasar todo el día jugando a las cartas y bebiendo cerveza. Y no sólo eso, Salvador: también podrán encerrarse en unos cuartitos denominados peceras en los que pasarán todo el día sin apartar los ojos del ordenador, hablando con gente de todo el mundo. ¡Hasta de Australia, Salvador!
-- ¡Bah! Seguro que luego acaban hablando por el ordenador con el que está sentado al lado. Eso de Australia, a mí no me convence... ¿y para qué sirven todas esas habitaciones y las pizarras?
-- Porque en esas habitaciones, también llamadas aulas, se impartirán clases: unos señores de mayor edad que los alumnos, denominados profesores, se encargarán de explicar cosas variadas sobre las ciencias, las artes, la historia... ¡cualquier material es válido!
-- Yo podría ser un profesor de esos. Les podría enseñar a los chiquillos a segar.
-- Claro que sí. Te tendré en cuenta. Y lo más importante de todo es que cobraremos a sus padres por eso. Y cobraremos a los alumnos por lo que consuman en La Cafetería de la Universidad. A cambio, después de varios años, los alumnos recibirán un papel gigante llamado El Título.
-- ¿Y para qué sirve eso?
-- Pues todavía no lo sé, pero para algo servirá... ¿qué te parece el proyecto?
-- No sé, Amancio, lo veo raro. Pero nada, alla tú, si estás convencido, no te lo pienses...
-- Bueno, Salvador, paga esto que tengo que irme: me espera la mujer pa no sé qué de unas cortinas...
-- Claro. Si no es una cosa es otra. ¡Ale!, ¡a seguir bien Amancio!

Y con esto, Amancio arrancó su proyecto universitario. Hizo construir un edificio de los de entonces. La fachada era de un color amarillento feo, de un gotelet tan afilado que si pasabas medio trompa por al lado y te apoyabas al perder el equilibrio, al día siguiente te asustabas al verte las manos agujereadas. Por dentro, los techos altos y recargados con motivos religiosos. Funcionalmente, todo salió según los planes previstos. Amancio se forró. Años después, el inventor del negocio y Salvador, que por aquel entonces era profesor de CV1 (Cultivos Variados 1) conversaban de nuevo en el bar de Aurelio.

-- ¿Qué marcha me llevas, Salvador? -- dijo Amancio, el fundador de La Universidad.
-- Pues nada, aquí, descansando de la semana de trabajo. Ha sido dura, los críos no me aprenden a labrar ni a tiros.
-- No te preocupes, hombre, la clave es la tenacidad, la insistencia, la paciencia, la perseverancia...
-- Vale, para, para, no me sermonees.

A Salvador le cansaba el tono instructor en el que siempre hablaba su jefe, el que tantos años fue su amigo y al que nunca más pudo volver a mirar de igual a igual. Se decidió a cambiar esto:

-- Mira Amancio, una cosa te voy a decir.
-- ¿Qué pasa?
-- Que yo también tengo un proyecto.
-- ¡No jodas! ¿Tú? ¿Y qué piensas hacer? ¡No me digas que me vas a dejar tirao!
-- Pues a lo mejor sí. Lo que pasa es que no sé si debo contártelo, podrías apropiarte de mi idea.
-- No, hombre, no, ¿para qué están los amigos?... (palmetazo en la espalda).
-- Está bien, te lo contaré, pero prométeme que no se lo dirás a nadie.
-- Prometido.
-- Mi proyecto se llama La UNED.
-- ¡Ahí va la ostia! ¿Y eso qué coño es, Salvador?
-- Pues es un sitio, parecido al tuyo, pero al que los estudiantes no van a ir, porque va a ser todo a distancia.
-- ¿Cómo a distancia?
-- Como lo oyes. No voy a hacer un edificio, ni tampoco va a existir La Cafetería de La UNED. Todo se hará a distancia. Las clases no existirán. Cada alumno se buscará la vida como quiera.
-- ¿Y los exámenes?
-- Bueno, eso todavía tengo que pensarlo. Seguramente les haré venir un día a todos aquí, al bar del Aurelio y les daré una servilleta para que pongan la alineación del Madrí.
-- ¡Salvador! ¡Eres un genio!
-- Y lo mejor de todo: al final les daremos El Título. El mismo que tú les has estado dando todos estos años. Con la diferencia de que yo me habré ahorrado los profesores, el edificio, etc. Y los alumnos, al no haber clases, no tendrán la necesidad de irse a ninguna cafetería para no aburrirse durante las clases. Dedicarán el tiempo a estudiar. Así, aprenderán más que tus alumnos y hablarán bien de La UNED a sus conocidos, con lo que el negocio irá a más.
-- A ver si nos vas a quitar a los demás las lentejas, Salvador.
-- Todo se andará, Amancio, todo se andará...

Y rieron. Años después, las previsiones de Amancio se confirmaron: miles y miles de sobres llenaban el buzón de su casa, remitidos por jóvenes que, cansados de una educación basada en el café, el chateo y la sota de bastos, se decidían a probar algo que les proporcionara un mejor futuro. Poco tardaron en llegar los edificios de La UNED, y con ellos, delegaciones por toda España, apariciones en la radio, televisión. Lo que se dice un imperio.

Tras esta introducción, queridos lectores (y lectoras), tengo que contaros que ya me he matriculado en la UNED para el próximo curso. Tras una buena temporada pensándolo, y con las ganas de volver a estudiar rondando mi cabeza, me he decidido a estudiar lo que quizá sea más lógico para mí. Estuve pensando en hacer algo así como Historia, Humanidades, Filosofía... finalmente, dejando al margen los romanticismos, me he decidido a comenzar el 2º ciclo de la Ingeniería de la cual tengo el 1º: Informática. Son dos cursos, con asignaturas bastante más entretenidas que en el primer ciclo. Al menos, de forma general. Siempre habrá tostones. En principio he cogido dos asignaturas llamadas:

-- Análisis y Gestión del Desarrollo del Software: es una asignatura anual, cuyo objetivo es enseñar al Ingeniero del software unas pautas a seguir en su trabajo diario. Digamos que te enseña a ser más metódico. El objetivo final: ser más productivo y hacer un trabajo de más calidad.
-- Sistemas Informáticos I: una asignatura del segundo cuatrimestre. En esta asignatura veremos la Programación Orientada a Objetos, y con ella el lenguaje JAVA, con el que haremos una práctica obligatoria. Sin ánimo de vacilar, creo que esta asignatura podría darla de profesor.

De momento, estoy con ilusión. He querido empezar suave, sólo cogiendo dos asignaturas, porque no sé cuándo me voy a cansar de esta nueva obligación, ni si es algo que de verdad me apetezca. Espero descubrirlo pronto. No va a minar mi ánimo el hecho de haberme dado hoy con la puerta en las narices: he ido a Cartagena (55km de ida y otros tantos de vuelta) para que me compulsaran el título de la ingeniería técnica y estaba cerrado. Al menos, me he tomado por ahí un café con Natalio en un bar regentado por media docena de colombianas. Camareras 6 Clientes 2. Muy desequilibrado el partido.

Antes de finalizar este artículo, quería deciros una vez más que me alegro mucho de que os guste el blog a quienes así me lo habéis dicho, y que os prometo que haré todo lo posible por mantener un buen ritmo de publicación de artículos. Ya sabéis que esto está condicionado a los comentarios que reciba: si no hay feedback, no me motivo.

¡Nos vemos!

4 comentarios:

Unknown dijo...

Enhorabuena por esta nueva obligación, y ánimo para dentro de un año, que será cuando se te gaste el de ahora...
La UNED es de esas cosas que tienes escondidas en algún lugar de tu cabeza, y que de vez en cuando salen, y con las mismas se van. Pero una vez que decides empezarla, ya sólo queda el disfrutar aprendiendo mientras no llegas al título.

Anónimo dijo...

Está muy bien, pero ¿la sota de bastos? ¿La real no era con la sota de oros?

Juan Ant. dijo...

Sí, puede ser. Pero la más carismática es la sota de bastos. Fue la única que consiguió ser algo más que un naipe: salio de la baraja, consiguió un empleo... y creo que ahora tiene su propia fábrica de barajas.

Por cierto, anónimo, me gustó mucho tu obra, El Lazarillo de Tormes.

Alfonso: estoy de acuerdo. Por eso no he querido arriesgar mucho y coger sólo dos asignaturas, así si el año que viene no tengo ganas de seguir, tampoco habré perdido tanto...

paco dijo...

Solo tengo que decir una cosa: muy bueno :-)