lunes, 19 de noviembre de 2007

Retorno resacoso

El viaje de vuelta fue tan divertido como el de ida. Las ilusiones dieron paso a los recuerdos y la frescura se transformó en resacón. El buen humor, sin embargo, permaneció intacto. Las tonterías se sucedían sin cesar, unas relacionadas con la juerga, otras con el concierto, y algunas ajenas al fin de semana.

Sabedor de la dificultad de hacer 500 kilómetros de carretera continua y resacosa, con dos descansos esporádicos a lo largo de la ruta pero sin echar un sueñecito en ninguno de ellos, me ofrecí a tomar las riendas de la diligencia, durante un ratito. Ese tiempo sería suficiente para que Agustín renovara sus energias y retomara la marcha con las pilas cargadas. Así, renové el ofrecimiento que ya había hecho la noche anterior, por activa y por pasiva, durante los fragores de la batalla cubatera. Agustín no tardó en aceptar la propuesta, preguntándome si me encontraba en condiciones de llevar la nave a buen puerto. Afirmativa respuesta. Quedamos en que, en la siguiente parada, yo le relevaría.

Al alejarnos de Sevilla, llegó el primer descanso. Ahí, las llaves del Audi pasaron a mis manos y con ellas, la responsabilidad de llevar a su casa a tres treintañeros resacosos casi sin afeitar. Me tranquilicé pensando que, total, tampoco se perdería mucho. Pero claro, eso no lo dije en voz alta para no herirles.

Nos pusimos viento en popa. Yo al volante, Paco Sánchez de copiloto y Pacoga y Agustín detrás. Esto último me sorprendió sobremanera ya que, normalmente, cuando uno cede su coche para que sea conducido por un piloto alternativo, suele ocupar el lugar contiguo para así ir resolviendo cuantas dudas surjan a éste sobre el funcionamiento elemental del vehículo: cómo se sube el aire, debo meter ya la sexta, para qué sirve este botón que pone Volume+... entre otras. Pero no. Se colocó atrás. Y cuando me giré para preguntarle que dónde estaba la palanca, rueda o similar que me permitiría despegarme del volante con el principal objetivo de poder respirar y, ya de paso poder estirar un poco las piernas y conducir el coche, el tío estaba ya roncando. Medio entre sueños, me dijo que tenía la palanca a la derecha. Muevo la palanca. Nada. Forcejeo. Nada. Paco Sánchez se reía, preguntándome: "¿puedes o qué?". Pues no, no podía. Pasé tanto tiempo intentándolo, que el estado de ánimo de la concurrencia (entre los que ya contamos a Agustín, que se había despertado para ayudar) atravesó por muy diferentes estadios: paciencia (bueno, es normal que le cueste... es la primera vez que conduce este coche), intriga (¿qué estará haciendo éste tanto rato con la palanquica?), inicio de desesperación (yo creo que ya lleva bastante rato... vamos, digo yo), desesperación completa (sí, definitivamente, decido que ya lleva demasiado rato). Al final, Agustín se bajó del coche, dio toda la vuelta al mismo y se colocó ante mí para darle él con sus propias manos a la palanca. Tras unos segundos de darle meneos, recordó que ese adminículo nunca me permitiría desplazar el asiento sino abrir una pequeña compuerta destinada a guardar CDs, bolis y artilugios variados. Sus palabras exactas fueron: ¡Coño! Si esta es pal cajón. La del asiento está al otro lado. Descojono general. El sexto en el cuarto de hora que llevábamos ya allí, intentando colocarme el asiento. Primera prueba superada. Siguiente paso: considerando necesario poder maniobrar con los brazos en lugar de llevarlos fijos como los abuelos de 80 años que circulan con la C15, decidí que también quería echar hacia atrás el respaldo del asiento. Esta vez, encontrar la rueda fue sencillo pues está en el mismo sitio que en mi coche. La giré un poco, y cuando creí que ya estaba colocado, Agustín me dijo: No sé, a lo mejor vas a ir un poco repantigao de más.... Me giró un poco y veo que mi espalda forma un ángulo de unos 45º, con respecto al asiento de atrás. El pobre Pacoga estaba casi aplastao. Descojono general, segunda parte. Cuando me vi a mí mismo casi tumbao, después de un cuarto de hora intentando regular el asiento, me entró el ataque de risa total, que tardó un buen rato en irse. Me eché el asiento un poco hacia delante, para acercarme a los 90º. Al final, como no podía ser de otra forma, dije: Bah, nos vamos así, como sea.... Agustín me preguntó que si estaba seguro, un poco receloso por el estado en que, con toda probabilidad, iba a dejar su coche tras no ser capaz de reaccionar al primer imprevisto. Pero sí, lo estaba. Y vaya que si lo estaba. ¡Cómo corría el chisme aquél! Iba camino del carril de aceleración más agusto que todas las cosas. Pensaba para mis adentros: Para ser la primera vez que llevo un Audi, hay que ver qué confianza tengo, ¡cómo le piso!. A continuación, cogí el carril de aceleración, aceleré más todavía para entrar a la autovía y, por curiosidad, mientras aceleraba, miré el cuentakilómetros a ver qué vertiginosa velocidad había alcanzado ya. Iba a 40km/h. Descojono particular y semigeneral, tercera parte. Tratando de salvar el orgullo y de cumplir la ley, me puse a más de 60 y entre en la autovía. El resto de mi turno al volante fue sin contratiempos, con las dudas lógicas de quien coge un coche por primera vez. Los dejé en la primera parada, en la que comimos en la barra unos bocatas, junto a uno de los cientos de miles de grupos de jóvenes que venían del concierto compuestos por cuatro tíos y una tía. La siguiente etapa del viaje, que ya fue la última si no recuerdo mal, fue conducida por Agustín, que nos fue dejando en casa uno por uno.

Nos despedimos de él, conscientes de que era algo más que una despedida después de un viaje de fin de semana, pero también sabedores de que estaba muy lejos de ser una despedida definitiva.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye, que yo tengo 34, lo digo porque yo me afeité el sábado antes del concierto.

Juan Ant. dijo...

Por eso he puesto el "casi". Si no, habría dicho "sin afeitar".

Anónimo dijo...

Anda que le cuesta mucho a Agustín dormirse... ¿Es que te dio mala noche Paco?

Anónimo dijo...

Aunque aún no ha pasado la convocatoria de Almería, os convoco ya, si no teneis cenas navideñas ni nada de eso, para el día 21 de diciembre. Hay un concierto cojonudo en la plaza de toros con Quique González + Fito y Fitipaldi. Anotadlo en vuestras agendas.

Juan Ant. dijo...

Ese me temo que es un día harto difícil. Yo, si ese día no tuviera cenas y pudiera ir de concierto, seguramente apostaría por ir a ver a The Sunday Drivers al Nuevo Garaje. Pedazo de grupo...

Anónimo dijo...

Yo como que no puedo el 21. Hoy me han confirmado la fecha del examen.

Aprovecho este hueco para confirmar mi no asistencia a ningun evento que se celebre entre semana de aqui al año que viene para poder prepararme ese examen.

Si, el examen de Cinturón Marrón es el 21 de Diciembre. Y No podeis ir porque sois unos impresentables.