miércoles, 24 de octubre de 2007

¿Dónde están los garitos?

Al ritmo que vamos, mucho me temo que por Navidad estaremos todavía hablando del viaje de vuelta o algo así. Mi idea inicial era escribir una crónica del concierto, incluyendo algunas cositas previas sobre el viaje de ida, dos o tres tonterías ocurridas durante la madrugada, para a continuación zanjar la exposición con un "y el viaje de vuelta fue bien". Así podríamos pasar página y dedicar este blog durante un tiempo a rajar de Jorge y su habilidad para esquivar cualquier responsabilidad, entre otras muchas destrezas que tiene el chaval. Pero es que es inevitable, nos pasan tantas cosas, que no puedo evitar contarlas. A nosotros nos ocurre lo contrario de cuando te mira un tuerto. Por cierto, ¿qué es lo contrario de que te mire un tuerto? ¿que te mire la tía de las tres tetas de Desafío Total? Seguramente sí.

Hoy hablaremos unos minutos sobre la salida del concierto. ¿Queda todavía algún lector de este blog que no sepa quién es Bocasecaman? Os recuerdo la canción:

Bocasecaman, bocasecamaaaan...
¡Tiene la lengua como un gateeteeeeee!

Pues así estábamos nosotros durante el concierto. Una vez ganada la posición, no nos atrevíamos a abandonarla para traer un litro del líquido elemento. Aunque nos habríamos conformado con agua también. ¡Imaginaos cómo era la desesperación! Al salir del concierto, vi a unos metros un tenderete regentado por un varón de raza blanca entre 20 y 65 años, que estaba introduciendo unas botellas de agua de litro y medio en una espuerta con hielo. Me lancé apartando a la gente clavándoles los uñates en el cuello, brazos y espalda y compré una. Tenía tanta sed que creo que no me esperé a que me devolviera. Nos cascamos la botella de agua en medio minuto (entre los cuatro) y luego compramos otra, aunque de esa sobró un litro y algo, ya que Agustín y Pacoga se pidieron unas cervezas.

Salimos del barullo de gente y nos dirigimos hacia una noche que esperaba nuestros hígados como madrileño que espera el mes de agosto para venir a la costa a dar por culo. Un pateo que sirvió para debatir el concierto y para darnos cuenta, al cabo de un rato, de que estábamos perdidos. Comenzamos siguiendo al gentío, asumiendo que se dirigían todos al mismo sitio: a la zona de garitos. Nos surgió a todos la duda de si los que andaban detrás de nosotros nos venían siguiendo a nosotros con lo que nació el temor de estar siguiendo a gente que a su vez estaba siguiendo a otra gente más perdida todavía. Agustín sospechaba que, en cualquier momento, los que encabezaban el populoso gentío, iban a entrar en su casa, dejándonos a todos con tres palmos de narices. En ese momento, la muchedumbre se agolparía ante la casa de esos sevillanos quienes se verían forzados a, al menos, salir a la ventana, recibiendo sin duda los vítores de la muchachada. Esto no ocurrió. Lo que sí pasó fue que a medida que avanzábamos, cada grupo se desviaba hacia su camino, haciendo cada vez más difícil identificar a la manada dominante. Al final, reconocimos un puente del río, y la llegada al barrio del hotel fue fácil.

Como es evidente, buscábamos algún garito en el que, tras poner un Nachete cada uno en la mano de Pacoga, pudiéramos refrescarnos el galillo. Ardua tarea ya que, ni nos habíamos informado antes de salir de casa de cuáles eran las mejores zonas para salir por Sevilla, ni tampoco preguntamos allí a nadie. Anduvimos un rato dando vueltas sin seguir a nadie. Estuvimos a punto de preguntar pero nos resistimos y seguimos andando con la esperanza de que nos cayera un garito del cielo y nos rodeara. Finalmente, encontramos un pub en una calle perpendicular a la Alameda, y allí que nos metimos. Nos tomamos el primer cubata (en mi caso acompañado por una botella de agua que me bebí de un trago) de pie en el centro del bar, debatiendo sobre temas variados. Recordamos la instructiva conversación con el taxista y Paco Sánchez y yo discutíamos sobre las propiedades del botijo. De la forma que me lo explicaba, yo estaba imaginándome un termo: algo que te mantiene el agua fría y el café caliente, pero no enfría nada que no venga enfriado de casa. Está claro que, nuestra capacidad para explicarnos bien y entender mejor está relacionada directamente con el alcohol: no hay cubatas, no hay claridad. Fue por eso por lo que decidimos seguir conociendo la noche sevillista (y la bética) en lugar de irnos a dormir. Pero sólo por eso. No vayáis a pensar que era porque teníamos ganas de fiesta.

Tras acabarnos ese primer cubata y acordando que no podíamos permanecer durante toda la glamurosa noche sevillana en el mismo garito, nos fuimos en busca de aventuras. Pero eso será en el próximo capítulo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola a todos, ahí queda esto http://www.youtube.com/watch?v=nrzch25LEL4&eurl=http://diz.es/blog/